Sobre la tolerancia a la frustración y la búsqueda de empleo

Llevo un mes buscando empleo y siento una enorme frustración. ¿Cómo no sentirla ante la avalancha de tomas de contacto que no reciben respuesta? Estamos acostumbrados a conseguirlo todo en el acto: ya sea ver una película, buscar información en Internet, comprar algo o que un amigo nos responda a un mensaje. Hoy en día todo lo resolvemos en cuestión de segundos. Somos, inevitablemente, más impacientes. ¿Cómo sobrevivir, entonces, a la búsqueda de empleo?

Tengo veinticinco años y un móvil pegado a la mano desde que tenía diecisiete. Pudo haber sido antes, pero mis padres eran estrictos en el uso de las tecnologías. Ahora le veo más ventajas que inconvenientes: recuerdo la vida sin Internet, mientras que mis primos pequeños —de catorce y dieciocho años— ni siquiera son capaces de imaginarla.

Recuerdo, por ejemplo, cómo antes esperaba al autobús observando mi entorno; cómo miraba luego por la ventana con los cascos puestos y el mp3 sonando. Ahora, sin embargo, ojeo intermitentemente el móvil aunque no esté esperando nada. Mi pulgar atraviesa la pantalla buscando algo que me libre del aburrimiento incluso antes de sentirlo.

En mi currículo indico que soy multitarea, pero la explicación va más allá: hago varias cosas a la vez porque necesito hacerlas para no aburrirme, para no dejar de sentir. Tengo veinticinco años, una atención de 12 segundos de media y la sensación constante de que estoy perdiendo el tiempo.

QUEREMOS LOS RESULTADOS YA

Estamos acostumbrados a conseguir la información que queremos o contactar con un amigo en cuestión de minutos. No tenemos paciencia. Los currículos hay que hacerlos de una hoja para que no sean desestimados; escribimos los emails concentrados en la brevedad para no asustar a su receptor.

Este es uno de los temas que aborda el nuevo libro de Marta García Aller, Lo imprevisible (Editorial Planeta, 2020). Cada día salgo a caminar media hora y me pongo su audiolibro, a velocidad 1.5x. Hago lo mismo con los vídeos de LinkedIn Learning, en los que prefiero poner 2x e ir deteniéndolos cuando lo necesite para tomar notas. Sin embargo, hoy —paseando por el parque— escucho a Marta García Aller hablando sobre el tema con la socióloga Amparo Lasén y me paro a reflexionar. ¿Tendrá la impaciencia algo que ver con lo mal que me siento desde que estoy buscando trabajo?

IMG-20200930-WA0013-300x300 Sobre la tolerancia a la frustración y la búsqueda de empleo

LA FRUSTACIÓN Y LA BÚSQUEDA DE EMPLEO

Tengo un grado en periodismo, dos másteres creativos, tres idiomas; se me dan bien las tecnologías y llevo trabajando en lo que he podido desde los quince años. Acabo de terminar un máster en edición (quiero ser editora) y llevo apenas un mes buscando prácticas y/o trabajo. En tan poquísimo tiempo buscando empleo, me siento derrotada y frustrada. Tengo la sensación de que somos la generación que no termina nunca de estudiar pero que se siente más invisible que nunca.

Sin darnos cuenta, desde que utilizamos la tecnología nuestros niveles de paciencia han ido descendiendo y, con ellos, la tolerancia a la frustración. Las redes sociales muestran patrones de vida idílicos: al verlos, se nos olvida que detrás cada persona hay siempre un camino difícil del que no tenemos consciencia.

Es entonces —en medio del parque, escuchando el audiolibro— cuando me doy cuenta de la importancia que tiene esta etapa de buscar trabajo: si la aprovecho, puede enseñarme a reconectar con la paciencia que he perdido. Buscamos evadirnos de cada piedra en el camino, pero hay que aprender a procesar el miedo y la frustración. Tenemos que enfrentarnos a la incertidumbre.

EL CAMINO COMIENZA AHORA

Soy consciente —ahora— de que, cuando se busca empleo, los resultados tardan en llegar; sobre todo, si tienes claras tus preferencias. En este camino que comienzo, la frustración puede convertirse en un muro que me impida avanzar y aprender. Es por eso que intento ir más despacio; que me repito diariamente que tengo que ser paciente.

Tampoco me sirve de nada tener pánico al fracaso. Es el momento de equivocarme, de tragarme la vergüenza, de lanzarme al mundo a buscar mi lugar. Eso sí: sabiendo que va a llevarme tiempo, que va a costarme —seguramente— toda la vida. Y que eso es lo normal.

La solución empieza por ver el problema. Os dejo por aquí algunos de los trucos que me están ayudando a gestionar la frustración:

  • Dedicarme palabras de apoyo. Soy joven, estoy preparada y tengo unas ganas increíbles de trabajar. ¡Por supuesto que llegará mi oportunidad!
  • No compararme por las redes sociales. Cada uno tenemos un camino y partimos desde lugares diferentes. Además, cada uno tenemos también metas distintas.
  • Organizarme para que me de tiempo a todo. Mis días se dividen en mandar emails, mirar ofertas, realizar cursos de LinkedIn Learning (ahora que hay un mes de prueba), leer artículos… pero también incluyen tiempo para leer, para hacer deporte, para salir a pasear (esta vez, sin audiolibros a velocidad 1,5x) o para proyectos propios como mi página web. Me gusta aprender y ser productiva, pero con cabeza (y con placer)
  • Realizar cada tarea concentrada, sin saltar de una cosa a otra y sin mirar el móvil.
  • Dejar tiempos de margen. Tengo una lista con las empresas que más me apasionan en orden descendente y —sin dejar de estar atenta al mercado y a las ofertas— contacto con ellas poco a poco. Las personas al otro lado también necesitan sus tiempos para contestar, reflexionar, etc.

Y vosotros, ¿qué consejos seguís para tolerar mejor la frustración?

Os dejo aquí el enlace a un artículo de Marta García Aller que resume el capítulo de su libro al que hago referencia.